lunes, 14 de enero de 2013

Corintios 13



Hay un fragmento muy citado del 
Nuevo Testamento que parece apropiado citar aquí. Creo que es uno de los pasajes más profundos que se hayan 
escrito jamás. Pertenece a Corintios 13, sobre el «amor». 
Aunque hablara las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor soy como bronce que suena 
o címbalo que retiñe. Aunque tuviera el don de profecía, y conociera todos los misterios y toda la ciencia; aunque 
tuviera plenitud de fe para trasladar montañas, si no tengo amor, nada soy. Aunque repartiera todos mis bienes, y 
entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, nada me aprovecha. El amor es paciente, es servicial; no es 
envidioso, no es jactancioso, no se engríe; es decoroso, no busca tu interés, no se irrita, no toma en cuenta el mal, 
no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo 
soporta. 
El amor nunca falla. Desaparecerán las profecías, cesarán las lenguas, desaparecerá la ciencia. Porque 
parcial es nuestra ciencia y parcial nuestra profecía. Cuando venga lo perfecto, desaparecerá lo parcial. Cuando 
yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, razonaba como niño. Al hacerme hombre, dejé todas las 
cosas de niño. Ahora no vemos sino un pobre reflejo en un espejo. Luego veremos cara a cara. Ahora conozco de 
un modo parcial, pero entonces conoceré plenamente, del mismo modo que soy plenamente conocido. Ahora 
subsisten la fe, la esperanza y el amor, estas tres. Pero la mayor de todas ellas es el amor. 

En efecto, la mayor de todas es el AMOR. 

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